Queridos frailes de la parroquia Santa Rita,
Somos Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Este año, como cada año, hemos querido dejar un mensaje especial para toda la comunidad parroquial. Con las prisas propias de nuestro largo viaje, olvidamos la carta que habíamos preparado, así que escribimos estas líneas con mucho cariño. Les pedimos que las compartan con las familias.
Lo primero que queremos decirles es que los queremos mucho. Hemos recibido las hermosas cartas de la comunidad y hemos intentado llevar todo lo que nos pidieron. Pero hay algo mucho más importante que queremos compartir con ustedes:
Hoy celebramos un día que marcó nuestras vidas para siempre. Hace más de 2025 años, estábamos en nuestro despacho cuando una estrella nueva apareció en el cielo. ¡Era tan luminosa y única que no podíamos apartar la vista de ella! Algo en nuestro corazón nos invitó a seguirla. Gaspar decía que esa sensación era un “deseo”, algo que había escuchado que venía del latín y significaba “echar de menos algo”. Así nos sentíamos cuando no la veíamos.
Emprendimos el camino, sin saber exactamente qué encontraríamos, pero seguros de que sería algo grande. A medida que nos acercábamos, sentíamos una alegría inmensa que nos llenaba por dentro. En el camino, un rey nos detuvo y nos pidió que le avisáramos si encontrábamos al Niño, porque decía que quería adorarlo. Seguimos nuestro rumbo, guiados por la estrella, que finalmente se detuvo sobre un humilde establo.
Nos sorprendió que nos llevara a un lugar tan sencillo. Incluso Melchor pensó que debía ser un error. Pero decidimos entrar, y ahí ocurrió lo inesperado. Encontramos al Mesías, Cristo, el Señor. Era un bebé, pero también el Hijo de Dios. Sin dudarlo, nos arrodillamos ante Él, porque no podíamos hacer otra cosa.
José, un hombre sencillo y lleno de bondad, nos recibió con un abrazo cálido. María, bellísima, tenía al Niño en sus brazos. Nos miraba con asombro, preguntándose qué hacíamos ahí. Le contamos la historia de la estrella y que habíamos venido a adorar a su Hijo. Ella nos lo mostró, y al verlo, nos regaló una sonrisa que cambió nuestra vida para siempre.
Le dimos nuestros regalos: oro, incienso y mirra. Pero Él nos dio algo infinitamente más valioso: la certeza de que el verdadero sentido de la Navidad es adorar al Hijo de Dios, que ha nacido por amor a nosotros.
Hoy queremos pedirles a ustedes y a toda la comunidad parroquial un favor muy especial: compartan la alegría del Niño Jesús. En este Año Jubilar, donde celebramos la esperanza que no defrauda, les invitamos a llevar esa sonrisa del Niño a todas partes. No necesitan oro, incienso o mirra; basta con un gesto amable, una palabra de consuelo, una sonrisa que ilumine los corazones. Cristo nos cambió la vida con su sonrisa; ustedes también pueden cambiar el mundo con la suya.
¡Llenemos el mundo de una inmensa alegría! En sus casas, denle un beso al Niño de nuestra parte. Y no olviden lo más importante de la Navidad: adorar al Hijo de Dios, que ha nacido para salvarnos.
Nos veremos el próximo año y les pediremos cuentas de sus sonrisas. ¡Alegren al mundo, que tanto lo necesita!
Un abrazo lleno de cariño,
Melchor, Gaspar y Baltasar
PD. Fray Alfonso, sabemos que este año has sido muy, pero muy bueno. Perdónanos por no conseguir el coche que nos pediste. ¿De verdad crees que te portaste tan bien como para un Fiat 500? Tal vez el próximo año. Por ahora, dejamos chocolates en tu zapato. ¡Compártelos con los frailes, que no te conviene comer tanto!
PD 2. Queridos frailes de la comunidad (Alberto, Marciano, Carlos, Virgilio, Pablo y Hugo), disfrutamos mucho leyendo sus cartas. Fue un gusto ver cómo cuidan con tanto cariño a la comunidad parroquial. Dejamos lo que nos pidieron… ¡y un poco más! Que Alfonso les comparta algo también, compartid también con él.
Un abrazo a todos los frailes, a la parroquia Santa Rita y a toda la comunidad, niños y grandes.