Altar de la Virgen del Pilar

Dada la gran devoción que los Padres Agustinos Recoletos sienten por la Virgen del Pilar, no sólo se pensó en dedicarle un altar en la iglesia, sino que se puso especial interés en que la imagen de la Virgen fuera una copia exacta de la auténtica del Pilar de Zaragoza.
Afortunadamente, este deseo pudo hacerse realidad, ya que en la capital aragonesa había un escultor de renombre, llamado Félix Burriel Martín, que en 1939 había labrado, en un solo bloque de madera de peral y al pie mismo de la Capilla Angelica junto al camarín de la Virgen, una copia fidelísima en sus mínimos detalles de la Virgen aragonesa. Poco después, y también en 1939, el mismo Burriel realizó en pasta una reproducción exactísima de la anterior; imagen que será donada a la iglesia de Santa Rita por don Luis Palos Iranzo, zaragozano muy devoto de esta Virgen.
Existe un documento que testifica que esta imagen:
La auténtica Pilarica es una reducida escultura que debió de reemplazar, en la segunda mitad del siglo XV, a otra u otras más antiguas. Desde sus orígenes siempre se ha venerado y reproducido sobrecargada de fastuosos adornos: la inmensa corona radial, con su gran nimbo profusamente ornamentado que enmarca los rostros de María y su Hijo, y el rico manto coniforme que antes le caía desde la cintura, pero que hoy arranca desde sus pies cubriendo parte del emblemático pilar sobre el que se alza la Virgen.
Curiosamente, nada de esto, ni la gran corona (se añadió la corona para su fiesta, el año 2020) ni el manto, llevan la imagen regalada a la iglesia de Santa Rita, pese a que la talla es idéntica; como también lo es el que tenga mejor conservado el baño de oro desde la cintura hasta los pies, por haber tenido cubierta por el manto esta parte durante mucho tiempo. Como la zaragozana, está colocada de pie sobre una columna o pilar de mármol rojo de Alicante, de 1,60 metros de altura, que, apoyado en la tarima del altar, sube por detrás de el.

La cruz de Santiago, que en la Pilarica está grabada en la misma columna, aquí es de hierro y esta adosada al pilar; además, al añadirle la imagen de Cristo crucificado sirve, a la vez, de cruz del mismo altar. Es obra de José Luis Sánchez, no pareciéndose en nada a la que realiza, en esta misma iglesia, para el Altar de la Virgen de la Consolación. En esta ocasión ha preferido retomar el espíritu medieval, eligiendo un tipo de Cristo rígido, con cuatro clavos y rostro de rasgos marcados y deformes en los que no se refleja ningún signo de dolor
En cuanto a la pequeña imagen de la Virgen, tallada con gran delicadeza, responde a la estética amable del arte gótico francés o italiano —tan alejado del desgarrado y expresivo gótico del norte de Europa—; un arte que busca el naturalismo y la ternura en los rostros y la elegancia en el porte. María va vestida a la moda del siglo XV, con una túnica de talle alto y pechera abotonada, de color azul, símbolo de pureza y acercamiento a Dios. Toca su cabeza con una corona y un gran manto dorado, que cae hasta los pies en amplios y redondeados pliegues, que ella recoge delicadamente con su mano derecha.
Por su parte, el Niño, desnudo y musculoso, fruto del naturalismo que llega a España desde Italia a mediados del siglo XV, juega con el manto de su Madre, al tiempo que sujeta en su mano izquierda una paloma, animal sacrificial que alude posiblemente a su futura Pasión.
Aparece sentado sobre el brazo izquierdo de María; una ubicación que no es casual, sino que responde a un concepto simbólico, posiblemente basado en las Sagradas Escrituras: «asistió la reina a tu derecha, con vestidura dorada, rodeada de variedad» (Salmo 40). Esto explica que Jesús suela sentarse a la izquierda de su Madre, quedando esta a la diestra de Dios.

Retablo

El alicatado de azulejos del fondo de esta capilla, pintado al fuego, es obra del artista Arcadio Blasco (Mutxamel, Alicante, 1928), ceramista de precoz facilidad para la música, que ganó a los quince años la plaza de organista en el Seminario de Orihuela; hecho que quizá explique el que sus obras siempre estén impregnadas de cierta armonía y musicalidad. Se formó como pintor en la madrileña Escuela de San Fernando, adonde llegó en 1948, y en la de San Carlos de Valencia, completando sus estudios, como becario, en la Academia de Bellas Artes de España en Roma. Será allí, a partir de 1953, cuando empiece a experimentar técnicas diversas: cerámica, estampación sobre tela, mosaicos, vidrieras, esmaltes…, y cuando se decida a incorporar materiales cerámicos al soporte pictorico. A su vuelta a España trabaja con alfareros de Cuenca, Agost y Triana, y empieza a colaborar con otros artistas, entre los que destaca el escultor Jose Luis Sanchez, realizando murales de cerámica —sirva de ejemplo el que ahora estudiamos -, vitrales, mosaicos, bajorrelieves…
A Blasco también se le deben los azulejos que revisten la mesa del altar y la base sobre la que esta se apoya. En ellas ha dibujado una variada serie de motivos llenos de delicadeza y musicalidad: unos peces y una cruz, un ángel, un candelabro de siete brazos y una lampara de aceite, un racimo de uvas, una espiga, una luna y una corona, el Arca de Noe, la Torre de Babel o una fortaleza almenada…, y en el centro la frase: «Ave Maria». Son dibujos pequeños que se yuxtaponen unos a otros; están realizados en tonos grises, rojos y blancos, armonizando con la tonalidad general de la capilla.
En el mural cerámico del fondo ha representado, justo en el centro, tras la Pilarica, unas estrellas y unas originales palomas en vuelo, en algo cercanas a Miró, y algunos textos bíblicos referidos a la sagrada columna de la Virgen; por otro, seis escenas jacobeas, en las que se nos narra la historia de Santiago Apóstol, la aparición de la Pilarica y su posterior devoción.
De arriba a abajo y de izquierda a derecha las escenas son las siguientes:

Santiago aparece pescando con una red sobre una gran barca de vela. Es curioso observar como las líneas curvas y rectas van combinándose, creando un conjunto compositivamente armónico.
Predicación de Santiago en España, teniendo como fondo un árbol descarnado y solitario. Los tres personajes vueltos de espaldas simbolizan a las gentes que desoyeron las predicaciones del santo.


Intervención milagrosa de Santiago, contra los Árabes, en la Batalla de Clavijo.
Degollación de Santiago a manos de un corpulento verdugo, teniendo como fondo una ciudad de aire oriental.


Aparición de la Virgen a Santiago. Cuentan las leyendas populares que el santo, desanimado por el poco efecto que su predicación había tenido en el pueblo español, pensó en abandonar su misión. Fue entonces cuando se le apareció María instándole a que perseverara y tuviera fe. aquí es curiosa la forma de representar a la Virgen, muy joven, sin Nino y sin apenas atributos de su dignidad. Nos recuerda más a la Milagrosa que a la Virgen del Filar. Santiago aparece arrodillado ante ella, con su cayado de peregrino del que cuelgan dos calabazas. Como símbolo de la Fe y en recuerdo de esta aparición, María deja un «pilar» que aquí es traído por dos ángeles.
Un misionero recoleto predica y difunde en tierra de misiones la devoción a esta Virgen, que aparece al fondo sobre el pilar milagroso, como flotando sobre el antiguo convento de los Agustinos Recoletos en Manila. Esta Ultima escena esta realizada en un estilo menos expresionista y duro; el lenguaje sigue siendo escueto y geométrico, pero su aire amable lo acerca al que utiliza en la capilla que, en esta misma iglesia, dedica a San Pio X. La razón quizá estriba en que lo que trata en esta escena no es un tema sagrado o simbólico, sino contemporáneo y sin ningún trasfondo conceptual.

Estas seis imágenes histórico-descriptivas están tratadas con un estilo entre simbolista y expresionista, en donde hay un claro desprecio por la apariencia material en su búsqueda de un lenguaje más trascendente. Así se ve cómo, sirviendose de gruesos trazos, el artista va dando forma, casi al azar, a unos personajes geométricos y desproporcionados, pero tremendamente expresivos. Su fuerza y su mensaje radica en estos rostros cubiertos de barbas y en estos enormes ojos que parecen hablar por si solos. Duro expresionismo formal que se ye potenciado por el extraño cromatismo del conjunto, basado en el blanco, el negro y el gris. Si pensamos que Blasco en sus comienzos se decantó por el cubismo y la abstracción geométrica, pero conservando siempre referencias a la figuración, no deja de ser curioso que aquí recurra a esta estética tan expresiva. Por último, decir que, aunque este conjunto cerámico tiene su valor como obra plástica bien realizada, muy en la línea de lo que imperaba en España en los años cincuenta, no nos parece que contribuya a crear esa atmósfera de austeridad y recogimiento buscada por los arquitectos en este templo. Tampoco creemos que armoniza con la imagen que acoge: la Pilarica, no solo por las diferencias estéticas y de concepto, sino porque la pequeña imagen mariana termina desapareciendo entre tanto movimiento y tanto dibujo multicolor. Desde lejos, incluso, parece que la capilla, más que a la Virgen del Pilar, está dedicada al Apóstol Santiago, que es realmente el que destaca.
Traducción del retablo


